Angélica
Desde que vi la foto y leí la historia de Angélica, me emocionó muchísimo, la recuerdo constantemente, aun sin haberla conocido. Creo y de hecho lo sé con seguridad (Mil besos Florentina) que Angélica era de esas personas con "ese" algo especial que llenaba a todos los que la rodeaban.
Aquí reproduzco un artículo que lei en el diario 20minutos sobre ella, a mi me cuesta encontrar las palabras:
Las lágrimas de la gata Truchi
Angélica González García. 19 años. Estudiante de Filología Inglesa. Murió en el tren que explotó en Santa Eugenia a las 7.42 del 11-M.
Toda esa zoología está equivocada. Quienes nos enseñan que los animales son pura dinámica instintiva, apenas comportamiento atávico, deberían ver a la gata Truchi, siamesa de seis años. Porque los humanos nos creemos propietarios de los sentimientos, el duelo de un animal nos parece inconcebible, pero ahí está Truchi, con lágrimas visibles y ciertas en los ojos verdes, para demostrar que lo sensible es una multipropiedad.
La mañana del 11-M fue para Truchi una mañana repetida, es decir, una forma de felicidad. Había dormido con la cara pegada a la de Angélica, compartiendo almohada. Antes de salir de la cama, ella ofreció a la gata su primera voz:
-¡Ay, mi gatita preciosa!
Truchi le mostró entonces la panza, que es la forma en que los gatos preguntan por los sueños. Angélica le rascó la barriga, que es la forma en que las mujeres dicen que están alegres.
Angélica González García (19 años) debía montarse en un tren para ir a la Universidad Complutense. Pese a la huelga convocada para ese día por los profesores, tenía cosas por hacer, libros que devolver, trabajos que ultimar... Vivía para los estudios de Filología Inglesa. Cogió de la mesilla A sangre fría, de Truman Capote, una novela-verdad sobre crímenes de inocentes que le habían encargado en clase como lectura obligatoria, y se fue a la estación de Alcalá de Henares para montarse en el Cercanías de todos los días. Murió en Santa Eugenia, a las puertas de Madrid.
La última imagen. La madre, Florentina (45 años), había visto a Angélica por última vez la noche anterior:
Me asomé a su cuarto y ahí estaban las dos, la gatita y ella, cara contra cara, como besándose. Ésa es la última imagen.
Florentina, que es la única en aguantar el empujón excesivo de la muerte su marido Ángel (45) y el hijo menor, Abraham (18), no tienen siquiera fuelle para respirar, recibe en el salón del luminoso sexto piso: muchos diccionarios de inglés, enciclopedias, El Quijote en dos tomos y, tumbada por la depresión, la gata Truchi. El salón es la única estancia que la familia permite pisar al periodista. En el cuarto están las cenizas de Angélica, que serán venteadas en uno de los lugares preferidos por la chica.
"Murió pidiendo la paz, estoy segura. Me consuela que haya sido en el acto y sólo me duele no haber cumplido el deseo que me había transmitido: donar todos sus órganos si se daba el caso."
El día antes, madre e hija habían ido al parque de San Isidro con una pequeña carretilla. Querían rescatar a una gatita abandonada en la que se había fijado Angélica, pero, tras mucho esfuerzo, no lo consiguieron. Ayer, Florentina a quien su hija llamaba 'mi moussecita' en honor al postre esponjoso? recibió un telefonazo de una veterinaria amiga:
"Llamo para decirte que he salvado a la gata. Angélica estará muy contenta."
Eso opinan todos: su amigo Francis, que cambió de mote en el messenger para bautizarse con un lema: 'Eres un ángel y estás en tu sitio, el cielo'; la portavoz de los alumnos de la facultad, Violeta, que en el velatorio destacó que Angélica dijo muchas veces a sus colegas que era 'muy feliz'; los profesores, que le preguntaban a la alumna: '¿Qué haces para ser así?'
Todos saben que Angélica, pese a los sueños quebrados, murió como vivió, sonriendo. Quizá la única que no tiene el consuelo de esa razón es Truchi.
Publicado originalmente en 20minutos.es autor: José Ángel González
2 comments:
Carolina, querida Carolina y la enorme cantidad de Carolinas que desde el trágico 11M de 2004 estais llenando mi vida, la que parecía totalmente destruída para siempre, de amor, de esperanza, de ternura. Soy Florentina, Flory para los conocidos porque es más breve, la madre de la maravillosa, dulce y tierna Angélica, aquella criatura que era feliz pensando en que iba a cambiar el mundo con su sonrisa, la que me pedía que acudiese junto a ella a las manifestaciones contra la guerra de Irak, la que aquel triste día que nos enteramos que el trío de las Azores había decidido exterminar a un pueblo entero para "acabar" con el criminal dictador que los gobernaba (¿o simplemente era una excusa para obtener el control del petróleo?)me dijo muy seria y preocupada: "Mus, esto no me gusta nada. No nos va a traer nada bueno esta guerra". Pero no podíamos sospechar que nos iba a perjudicar tan directamente. Nunca una foto para la autocomplacencia y la vanidad personal de figurar junto al todopoderoso Bush (usando alzas en el interior de los zapatos para no parecer tan bajito y que resaltase más el mostacho)fue de tan trágico coste. Los asesinos islamistas tuvieron la excusa perfecta para llevar a cabo su locura. Si el vanidoso hubiese sido el presidente de cualquier otro país, los asesinos se hubieran ido a ese país. Pero mi hija y los otros 190 inocentes no tenían coches blindados ni escoltas que los llevasen a su centro de estudios o trabajo o incluso a las discotecas de moda como a los hijos del Presidente de entonces.
Y aquí estoy yo, con la vida rota, sin esperanzas ni ilusiones. El día del primer aniversario me fui a Santa Eugenia en el mismo tren que fue mi hija el año anterior, con un libro igual al que ella iba leyendo "A sangre fría" de Capote, y una rosa roja. Cuando llegué a la estación me desplomé en el banco que ocupa el lugar justo donde explotó el vagón en el que viajaba mi hija y lloré amarga y desesperadamente porque me di cuenta que había perdido el último tren a la Felicidad porque la Felicidad era Angélica.
Perdonadme por mi sinceridad y recibid todo mi afecto y el de mi dulce hija que está esperándome en el Cielo porque ella es y siempre fue un Ángel.
A mí también me emocionó mucho la historia de Angélica. Yo en aquel momento también estaba estudiando 2º de Filología (en mi caso Catalana) y tenía dos gatos (ahora 3), un gato y una gata, y mi gato Edgar es idéntico a Truchi e igual de cariñoso. Me acuerdo muchas veces de aquel imfame día, pero sobre todo de Angélica, de su historia, de los paralelismos con mi vida...
Y me indigno cuando veo que el PP sigue teniendo tantos y tantos votantes...un partido que ninguneó a las víctimas, que mintió descaradamente por ganar unas elecciones, que a día de hoy sigue sin haber hecho una sola palabra de autocrítica sino todo lo contrario... Acebes, Aznar y sucedáneos merecen la cárcel.
Maite (Valencia).
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